Invitados adolescentes en casa

Esta noche, por primera vez en su etapa adolescente, Gonzalo tiene un invitado.

La invitación incluye cena, pasar la noche y, muy probablemente, almuerzo del día siguiente.




Y yo me siento inquieta. Mis inquietudes no están relacionadas con qué les voy a preparar para cenar o para almorzar.

A veces pienso que soy una mamá más mayor de lo común para un bebé y, a la vez, soy una mamá demasiado joven para un adolescente. Los veo muy cerca mía, no son tantas las generaciones que nos separan, pero...., error, esa es mi percepción pero no la de ellos. Y eso lo veo en Gonzalo.

Ayer por la noche le decía que cenarían pizzas, siempre es un acierto para ellos, y pensaba en voz alta con él.

"Bien, Gonzalo, cuando lleguéis a casa, como será tarde para mí, no estaré mucho tiempo despierta con vosotros. Os acompañaré en la cena, pero luego me iré a dormir. Después de cenar, podrías sacar el turrón Suchard que sobró en Navidad, también tienes los bombones aún, y le podrías ofrecer los kit kat, y mira, también estas chocolatinas y, bla, bla, bla..."

Terminé mi conversación cuando Gonzalo me miró con media sonrisa en la boca y me dijo:

"Siiiiiiiiii, mamaaaaaaa"

Y es que, él ya sabe de sobra qué tiene que hacer sin necesidad de que yo esté encima. Hasta el momento, nuestro lenguaje, verbal y no verbal, es un lenguaje basado en la confianza, y yo la tengo depositada sin dudas en él. Me ha demostrado siempre que puedo hacerlo. Esto no quiere decir que haya momentos en los que mi rol de madre tiene que actuar y hacérselo ver, es necesario.

He de reconocer que cuando Gonzalo empezó a ser autónomo e independiente, la incertidumbre de perder el control y no conocer a todas las personas con la que se estaba relacionando, me tuvo en vilo más de un año. Ya no era como cuando era pequeño, donde su mundo es mucho más reducido y nosotros, los padres, tenemos entrada en todo, es más, lo controlamos todo.

También he de confesar que en más de una ocasión le he intentado organizar planes atractivos, para mí, error, para intentar arrastrarlos hasta aquí e ir conociéndolos.

Ya no son niños, están a medio camino, pero son autosuficientes para tomar muchas decisiones, de las cuales, por más que nos pese, no tendremos constancia.

Y en este caso, nos queda el consuelo de ofrecernos de manera que sepan que SIEMPRE, ante cualquier circunstancia, pueden contar con nosotros.

En definitiva, aunque inquieta, muy feliz de que un amigo de Gonzalo venga a compartir estos momentos con nosotros. Que además de pizzas, mañana por la mañana les haré crepes y que espero, que vuelva muy pronto gracias a ello arrastrando a otros consigo.

Pero eso sí, que no se instalen, sólo a ratitos




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