Lactancia: Crisis de los tres meses

Acabo de superarla, por eso escribo sobre ello. Nadie me habló de este momento y creo que es importante abordarlo. Para las mamás que elegimos la lactancia exclusiva, debemos estar preparadas para este momento porque nos vamos a encontrar con muy poca ayuda.
Una vez superados los primeros momentos tras el nacimiento, nada fácil, porque a pesar de que se intenta fomentar la práctica de la lactancia materna es un auténtico bombardeo por parte de nuestro entorno escuchar frases como este niño se queda con hambre, quizás tu leche no le alimenta, estás segura que tienes suficiente leche?, frases que no ayudan en absoluto y, a veces sientes la necesidad de tirar la toalla, llega otro momento delicado en el camino de la lactancia materna.
Os cuento que sin hacer locuras yo andaba vigilando mi peso con la ilusión de ir perdiendo gramos cada semana igual que Lucas los iba ganando de manera muy satisfactoria.
Cada sábado me acercaba a la farmacia para pesarlo y, como ya venía siendo costumbre, estaba deseando que llegara el día porque yo engordaba de felicidad viendo los resultados de la semana.
Pero hace unas tres semanas, había algo que me decía que no sería como los sábados anteriores. Efectivamente, así fue. Lucas había cogido tan sólo 80 gramos. En comparación a los cuatrocientos y pico que solía coger cada semana los músculos de mi cara quedaron inmóviles porque mis sospechas se habían corroborado.
Pensé que era culpa mía por vigilar tanto mi peso y por "cuidar mi alimentación" en lugar de atiborrarme de grasas, porque también había que no paraba de insistirme para que comiera carne y más carne para que no me faltaran proteínas.
A esto se sumó, que las "niñas" de la farmacia, con las que había hecho amistad, empezaron a decirme que ya era hora de meter una ayuda a Lucas, que así yo descansaría más. Me preguntaban si estaba haciendo dieta y me animaban a empezar con el bibi.
No pude contener las lágrimas sin poder hacerme a la idea de que aquélla etapa se iba a terminar y empecé a llorar. Ahora que estaba disfrutando tanto de esos momentos mágicos, ahora que no sentía dolor, que mis pezones no estaban en carne viva y enrojecidos, que sentía tanto placer y calma cuando Lucas pegado a mí succionaba y me miraba, ahora que incluso echábamos carcajadas porque cuando se siente llenito suelta el pezón, me mira, y empieza a reír jugueteando, lo coge y lo suelta sin parar y yo no puedo parar de llorar de la risa.... No podía ser que ya acabara, tan rápido!
Ante mi llanto las "niñas" me consolaban entre bromas: "no es tan grave... no vas a ser tú más madre que nadie". No quiero decir por donde pienso que deberían meterse sus bromas.
Llegué a casa buscando información en internet a la desesperada y voilà!, he aquí la respuesta corroborada por mi amiga Yolanda, mi matrona:

A los 3 meses

En general, se habla de la crisis de los 3 meses describiéndola como un momento en que:
  • El bebé ya no pide pecho tan a menudo, algo que la madre  puede interpretar de diversas formas: no tiene hambre, no quiere comer o la rechaza. 
  • El niño que antes se mostraba encantado de pasar largo rato prendido al pecho hace ahora tomas de escasos minutos.
  • La madre se nota los pechos blandos, lo que atribuye a una producción insuficiente de leche.
  • El bebé hace tomas caóticas, en las que se distrae por cualquier cosa y a menudo rompe a llorar al poco rato de haber empezado a mamar. Sólo parece  mamar bien y tranquilo cuando está dormido.
  • El bebé engorda menos, lo cual es perfectamente normal pero puede reforzar la sensación de que pasa hambre.
  • El bebé se chupa el dedo o la mano entera casi con voracidad, lo que de nuevo puede causar alarma tanto si se interpreta como un signo externo de hambre, como si despierta el temor de que de más mayor "haga la pipa". Ambos temores son infundados.
  • A menudo, hay una disminución en la frecuencia de las deposiciones del bebé (si hasta entonces hacían caca varias veces al día, pueden pasar a hacer sólo una o incluso pasar varios días sin ir de vientre). Puesto que las deposiciones también suelen interpretarse como medidores de la ingesta de leche, la madre puede interpretar esta menor frecuencia en las deposiciones como señal de una ingesta insuficiente.
A consecuencia de todo lo expuesto, la crisis de los tres meses es a menudo el momento en que se inicia la suplementación con leche artificial y el abandono paulatino de la lactancia materna. La sensación de rechazo y de falta de leche se apodera de la madre, aunque en realidad lo que está ocurriendo es perfectamente superable si se entiende y se maneja de forma adecuada. 
A los tres meses los bebés son expertos en el arte de la succión, y en  una toma de escasos minutos pueden extraer toda la leche que necesitan.
A partir de los tres meses se producen granes cambios en su cerebro; las conexiones neuronales se multiplican a toda velocidad y su inteligencia, cada vez más desarrollada, les abre un mundo de sensaciones. Hasta los tres meses, su sentido de la vista y el oído es limitado, inmaduro y goza de una funcionalidad reducida. A partir de los tres meses, sin embargo, la visión mejora de manera espectacular y empiezan a ver más allá de la cara de su madre, por lo que se distraen por cualquier cosa a la hora de mamar: un cuadro colgado detrás de mamá, alguien que está sentado al lado de ésta, una mosca que pasa volando, el propio rostro de mamá, que el niño mira y a la que sonríe, el momento en que papá entra en la habitación... Y con el sentido del  oído  pasa lo mismo: si alguien entra en la habitación y habla, si la tele hace ruido, si pasa una ambulancia por la calle... la sana curiosidad del niño lo va a impulsar a dejar de mamar para oír qué pasa a su alrededor, y las madres se desesperan  por ese comportamiento irregular y aparentemente displicente: "Mama en 5 minutos o menos, y en ese tiempo se suelta del pecho o se distrae mil veces. Eso si, por la noche mama de fábula y está mucho rato en cada pecho, como antes, sin soltarse ni ponerse a llorar".
Por si fuera poco, a partir de los tres meses los niños lloran al mamar. No bien empiezan a succionar, se ponen a bramar con desesperación. Esto no hace más que aumentar la angustia de la madre, puesto que se nota los pechos extremadamente blandos, tiene la sensación de que apenas produce leche y es posible que haya dejado de notar las subidas de la leche.
Otra combinación de factores que impulsa a las mujeres a dejar el pecho de forma precoz y no deseada.
La situación tiene una explicación lógica, y por supuesto la madre tiene leche suficiente y la capacidad para fabricar toda la que el niño necesite en un momento dado. Pero el cuerpo materno es muy sabio y modifica el sistema de producción de leche para optimizar el proceso. Ahora la glándula mamaria está preparada para fabricar la leche en el momento que el niño la requiera, y el cuerpo tarda sólo 2,2 minutos en desencadenar el reflejo de eyección y proveer al niño de toda la leche que le hace falta.
Lo cierto, sin embargo, es que los niños suelen mostrarse molestos con este cambio. Estaban acostumbrados a encontrar la cantidad de leche que ellos querían nada más ponerse al pecho, pero ahora tienen que succionar, esperar unos minutos  y volver a mamar.
He aquí un símil que puede ayudar a entender el proceso: hasta el momento de la crisis, los niños comían en un buffet con servicio las 24 horas, y nada más sentarse a la mesa ya tenían la comida ante sí. Cuando empieza la crisis, el restaurarte mediocre se transforma en uno de lujo, hay que esperar al camarero, hay que leer el menú  y esperar a ser servido, lo que se traduce en 2,2 minutos de espera, que les sienta muy mal durante el mes y poco que tardan en aprender que toca esperar 2 minutos para comer. La cantidad  de leche que toman es exactamente la que necesitan, no hay problemas de fata de leche.
Todos los factores que intervienen en la crisis de los tres meses la hacen muy compleja, y si no se conocen los mecanismos por los que se produce, el resultado es un abandono precoz de la lactancia con la sensación equivocada de falta de leche o de rechazo por parte del bebé.

Consejos para superar las crisis:

  • Jamás, bajo ningún concepto, hay que forzar a un niño a mamar ni insistir demasiado para que tome el pecho, puesto que el resultado puede ser justamente el contrario y provocar un rechazo real donde hasta entonces no existía más que una crisis pasajera.
  • Cuando un niño está en plena crisis, puede resultar muy útil darle el pecho en penumbra y en silencio, puesto que cuantos menos estímulos externos haya, más tranquila será la toma. 
  • No esperar a que el niño llore para ponérselo el pecho, pues es posible que para entonces su ansiedad se traduzca en desesperación. 
  • Paciencia, mucha paciencia. Tal como ha llegado, la crisis se irá.
Con ello os digo, que guardéis la calma y no os agobiéis. Que no os dejéis influir por las primeros consejos aún viniendo de fuentes "supuestamente" fiables.
Si realmente queréis continuar con ello, podéis hacerlo.

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