La llegada de Lucas

Lucas está durmiendo, ssshhhhhhh, sí, como lo estáis leyendo. Ya no me patea el hígado, jajaja, ahora patea con sus pequeñas y a la vez largas piernecitas al aire, cuando no se encuentra a gusto.

Gracias por todas las felicitaciones que me habéis hecho llegar. No he podido contestar pero las he leído todas, y ahora recomienzo brindandoos todo mi agradecimiento. de corazón.

Os lo cuento cortito, desde el alma, porque cortito fue, aunque intenso.

El día 23 me sentía extraña, pero nada que me hiciera saltar la alarma. Consulté a mi matrona, mi amiga, comentándole los síntomas, pequeño resquemor como del comienzo de una regla y me dijo con entusiasmo: quizás está empezando ya!.

Al día siguiente ella estaría trabajando y me propuso que me pasara y "echaríamos un vistazo".

Me ilusioné porque lejos de pensar en lo que se avecinaba, quería saber que peso traía Lucas.

Esa noche fue una de las noches que mejor dormí de todo el embarazo. Sorprendentemente, no me desperté por ninguna razón, ni por el calor, ni para ir al baño....

Una vez amanecido, quedé con mis padres a las 11:30 h. Ellos me recogerían y me llevarían al hospital, un ida y vuelta, y Gonzalo también nos acompañaba. Bajé la bolsa que tenía preparada, con la idea de que mi padre la dejara en el maletero y cuando el parto llegara algún día ya no tendría que venir a mi casa a buscarla.

De camino al hospital sentí un "crujido", algo rápido. Gonzalo me miró, yo lo miré y entonces..... plafffffffff. Una fuente emanó de mí y no pude más que decir, "acabo de romper aguas!"

Mi madre, tan contenta, sólo contestó: "Pues nada, estamos de camino"

5 minutos más tarde estábamos en la puerta de urgencias. Cuando mi matrona me vió y supo en el estado en el que llegaba me dió un abrazo al que yo respondí fundiéndome en él y contenta por los acontecimientos.

Entonces todo empezó a pasar a una velocidad vertiginosa. Yo sonriendo, divina, feliz, me coloqué en monitores. Las primeras contracciones ya habían llegado. Me hacían pensar si no estaban siendo demasiado fuertes tan pronto. Mi matrona me reconoce, yo estoy sudando, pido la epidural, tuerce la cabeza, se encoge de hombros, "estás de 6 centímetros", "¿cómo?", "acabo de llegar".... más besos, otro abrazo, un "¿tan bien te vas a portar...?"...

Yo me dejo hacer y pido la epidural una y otra vez. He estado pensando durante todo el embarazo que después de 16 años, es la diferencia más maravillosa con la que me voy a encontrar a diferencia del nacimiento de Gonzalo. Por fin el anestesista llega. Me sacan de monitores para entrar en la habitación de al lado, dilatación, y aplicar la epidural lo más rápido posible, pero entonces aúllo, grito... y mi matrona me mira.... "esto no es de dilatación, vamos a paritorio!". Y el anestesista se aleja sin cumplir con su cometido mientras yo lo sigo con la mirada y mis pensamientos se agolpan.

Quemaba, quemaba mucho, y Lucas llegó. Su hermano entró con su abuela nada más lo posaron en mi pecho, piel con piel, qué delicia.

Aún me preguntaba a mí misma, qué estaba ocurriendo, yo venía a que me echaran un vistazo y mis padres me recogieron a las 11:30 h. Son las 13:30 h.

3'530 kg y 53 centímetros y mi corazón y el de todos, absolutamente todos, brincando de alegría.

Bienvenido mi amor.


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