Mamá vuelve al trabajo

Y todo tuvo un final feliz.
Estamos de celebración.

Han sido dos años esperando desde que pedí reincorporarme de la excedencia voluntaria que había pedido para marcharme a EEUU.

Pero no puedo decir que hayan sido dos años perdidos. Dos años en los que después de un embarazo difícil mi vida se llenó de gloria con la llegada de Lucas a mis brazos. Un tiempo en el que "forzosamente" y a pesar de la necesidad, pude disfrutar del desarrollo  de Lucas y de no separarme de él durante 19 meses.

No se me olvidará la llamada, después de una constante insistencia por mi parte, en la que escuché las palabras, bienvenida de nuevo, el día 16 te estamos esperando.

Qué alegría!

Llevo una semana y media trabajando a tiempo completo y no está siendo difícil. Quizás por la alegría que ha supuesto la entrada del trabajo a casa o quizás porque, con mucha antelación, y haciendo honor a mi vocación, hacía meses y meses que lo tenía todo amarrado y bien organizado a la espera de que este día llegara.

La clave de un buen funcionamiento es una buena previsión, o al menos a mí me resulta.

Lucas ya hace meses que iba a la guardería. Fue un privilegio para nosotros contar con tanto tiempo para que su período de adaptación fuera lento y progresivo de forma que Lucas no ha notado mi falta, por 8 horas.

Tendría que haber escrito como estaba siendo su incorporación y adaptación a la guardería pero de verdad que tenía tantas preocupaciones, la más pesada la del trabajo, que mis ánimos no me dejaban expresar demasiado.

Pero en pocas palabras, Lucas empezó a asistir durante una hora varios días. No se contagió del llanto de los demás porque entró más tarde y los demás ya habían superado su periodo de adaptación. Esto le benefició mucho. Pasamos a dos horas, a tres horas y, tiempo seguido, se quedó a almorzar.

Como la incorporación era inminente, prefería que Lucas almorzara en la escuela durante el tiempo de espera.

Dos semanas antes de empezar a trabajar amplié su horario para que también durmiera su siesta allí. No costó nada a esas alturas. Y tiempo que duerme, tiempo que no me echa de menos.

Cuando llegó el gran día Lucas sufrió muy pocas variaciones en este sentido. Bueno.... decir pocas tampoco es exacto porque ahora entra en la guarde una hora y media antes y llega el primero para recibir a los demás.

Pero está tan feliz y yo de verlo. Creo que también está feliz de verme a mí.

El mayor  cambio es que ya no lo recojo yo, ya no me vé a la salida de la guarde. En mi lugar vé a mi vecina, que pasó de encontrarsela en la escalera a verla a la salida y pasar casi tres horas de cada tarde con ella. Gracias a que nos hace este gran favor.

Y entonces sumamos. Si entra hora y media antes a la guarde, almuerza, hace su siesta y se queda con nuestra vecina, pues sí, estoy casi once horas fuera de casa.

Pero qué felices somos!!!

Cuando llego a casa, sale corriendo a la puerta sin controlar sus carcajadas por la alegría, me arrodillo para que mi altura no sea un problema y sus abrazos y risas lleguen por completo a mí.

Por las mañanas sale de casa ansioso por empezar el día con su pelota naranja en la mano.

La primera semana la hemos estrenado los dos con placas en la garganta y Lucas añadió una bronquitis leve, visitas a pediatra y urgencias. Pero sin fiebre como dos jabatos celebrando el comienzo de esta nueva estapa que esperábamos con tanta ilusión.

Por lo que a mí respecta me siento tan integrada y voy actualizándome con tanta rapidez que siento como si nunca me hubiera marchado de esta oficina. Los recibimientos y bienvenidas, el logotipo por todas partes, el camino en coche, las caras, nombre y apellidos tan conocidos me ayudan a sentir que nunca dejé de formar parte de ello.

Qué afortunados somos!!!!!!

Como siempre, gracias a la vida que me ha dado tanto!!!

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